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viernes, 19 de julio de 2019

Duque hizo realidad la pesadilla uribista: ahora somos como Venezuela


 “El camino actual del país no ha sido muy distinto del que nos prevenían. Basta con escuchar los fuertes vientos de una constituyente y de la eliminación de las cortes”

Por: Diego Andrés Hernandez Bernal

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La exitosa campaña del uribismo en las elecciones presidenciales pasadas dejó de ser un instrumento de marketing político a una realidad de su propio gobierno.

Hace poco más de un año, el 30 por ciento del país estaba obsesionado con la supuesta amenaza castrochavista. “Nos vamos a volver como Venezuela”, repetían. El imaginario que se convirtió en tema de discusión política (1) era el eje central de la campaña uribista que predominó por sus característicos modos de adoctrinar, aglomerados de mentiras e imitando las más grotescas propagandas dictatoriales conocidas en la historia (2). Durante la carrera a la presidencia, Duque reiteraba: “Tengan la plena certeza de que nosotros no vamos a dejar que eso pase en nuestro país. Jamás permitiremos que Colombia atraviese las crisis por las que está pasando el país vecino” (3).

Siendo así, el término de miedo acuñado por Uribe y repetido por su partido y sus seguidores representaba: una constituyente, la expropiación, la violación de las libertades elementales y la corrupción dentro del gobierno y entes gubernamentales. Aseguraban una y otra vez que la crisis de desabastecimiento, hiperinflación, violencia y hasta de represión estatal sería una constante (4).

Pues “el caballito de Troya”, como lo llamaron varios columnistas, ha tenido una exitosa instrumentalización del miedo, gracias a la cual lograron llegar a la presidencia. A punto de cumplir un año de gobierno, dicho imaginario ya se ve tomando cada vez y con más fuerza, además de cierta forma en sus propias filas.

El camino actual del país no ha sido muy distinto del que nos prevenían. Si miramos a detalle, desde que Duque es presidente se escuchan fuertes vientos de una constituyente desde las hileras uribistas. Por ejemplo, Ernesto Macías, siendo el presidente del Congreso, lo mencionó tras la renuncia del fiscal: “una constituyente para una reforma a la justicia y una reforma política, yo diría, reforma a la justicia incluida la JEP” (5). De igual forma, y en diferentes ocasiones, lo ha hecho la senadora Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, entre otros.

Ahora bien, del mismo modo y según una investigación hecha por el diario El Espectador, la expropiación llegó de manos de los renacidos paramilitares y parapolíticos. Puntualmente en Guaviare donde la deforestación creció 233% y su mayor motor fue la acumulación de tierras impulsada por terratenientes, políticos regionales y empresarios de palma y ganado. De acuerdo con el diario, una investigación que vale la pena conocer, estos están despojando campesinos de sus tierras con violencia y miedo (6).

Por otro lado, es propio resaltar la corrupción que implica a la Fiscalía y que dio a conocer la revista Semana, escándalo que El Espectador nombró como “Chuzadas 2.0” y menciona que: “se vinculan procesos de alto perfil como el que cursa en la Corte Suprema de Justicia en contra del expresidente Álvaro Uribe, por falsos testigos. Pues las grabaciones que servirían como pruebas en su contra parecen haber sido alteradas, así como un grupo de funcionarios de la unidad contra el terrorismo del ente investigador que recibirían pagos de exmilitares a cambio de interceptar números y maquillarlos en el trámite como organizaciones terroristas”.

Así mismo, las revelaciones que han salido a la luz pública sobre el Ejército Nacional no dejan mucho que envidiarle a la fuerza armada del país vecino. El escándalo comenzó con el asesinato del exguerrillero de las Farc Dimar Torres y empeoró con las revelaciones del New York Times. El 25 de mayo dio a conocer una directriz operacional del Ejército que podría dar pie a “otra encarnación” de los “falsos positivos” (7).

Los últimos descubrimientos, también revelados por Semana, dan a conocer, por un lado, malos manejos de presupuesto que suman cerca de 1.000 millones de pesos (unos 310.000 dólares) del general Jorge Romero Pinzón, comandante de Acción Integral del Ejército. Y por el otro, el presupuesto oficial que se gastaba el general Adelmo Fajardo en viajes y regalos para sus hijos, al igual que las recompensas del jefe del Comando de Apoyo de Contrainteligencia el General Eduardo Quiroz, que ofreció a la tropa para que delataran a quienes han filtrado información a la prensa relacionada con los casos de corrupción y ejecuciones extrajudiciales conocidos en el país como “falsos positivos”.

Además, la noticia de los últimos días del uribismo, en vocería de la senadora Paloma Valencia, es la reforma que en términos prácticos, prohibiría los paros de maestros en Colombia. Así como en el pasado ya han presentado propuestas en la prohibición de consumo de drogas, prohibición que la Corte Constitucional rechazó por vulnerabilidad del libre desarrollo de la personalidad. Es decir, una violación de las libertades elementales que tanto profesaba el uribismo llegaría con la izquierda.

No podemos dejar pasar que, en junio, Juan José Echavarría, gerente del Banco de la República, lanzó una alerta amarilla por el estancamiento observado en el crecimiento económico y la muy mala cifra del 2,3 por ciento del producto interno bruto (PIB) que se dio a conocer del último trimestre (8). Igualmente lo hizo el Dane, que registró para el mes de mayo del 2019 que la tasa de desempleo fue 10,5%. Con el comparativo al mismo mes del año anterior donde esta tasa fue de 9,7% (9).

Cabe recordar el sueño de Uribe es crear una supercorte donde se unifiquen los seis tribunales judiciales existentes de cierre: Corte Suprema de Justicia, Corte Constitucional, Consejo de Estado, Consejo Superior de la Judicatura, Jurisdicción Especial para la Paz y Consejo Nacional Electoral. Una iniciativa que genera alarma y preocupación en la rama judicial y en los opositores políticos al uribismo, quienes desde ya la califican como una iniciativa que prepara una “dictadura” (10).

Como vemos este gobierno y su partido tiene mucho en común con Maduro y sus amigos en Venezuela. Ejemplos más simples son, por un lado, los canales adoctrinadores que generan información fuertemente sesgada por ideologías guerreristas y temerarias: el uribismo tiene el agonizante canal RCN y el chavismo tiene su intocable Telesur. Y por otro, el gobierno de Venezuela que acoge y trata como príncipe a prófugos de la justicia como Jesús Santrich (11) y Colombia hace su facsímil con el exministro Andrés Felipe Arias (12). Por su parte, Maduro beta y estigmatiza a los medios y periodistas, como en el caso Alfredo Ramos y CNN, al tiempo que Uribe trata de guerrilleros y violadores de niños a los periodistas y noticieros independientes colombianos que lo enfrentan.

Por último, el famoso y ahora retirado periodista Darío Arizmendi reveló en una entrevista que realizó Semana los planes del uribismo para gobernar los próximos 30 años. Según el periodista lo más preocupante de esto fue la frase: “Queremos gobernar 20 o 30 años (…) como lo hizo La Falange en España con Franco” (12).

No queda más que reflexionar que las dictaduras y las crisis humanitarias en un pueblo no tienen nombre de izquierda o derecha, de capitalismo o comunismo: estos nombres son solo catapultas para enfrentar una sociedad (como la polarización que inagotablemente sobrevivimos en redes sociales entre guerrilleros y paramilitares según inclinaciones políticas) y así obligarla a dejar de pensar en lo que realmente importa. Las dictaduras son solo la enfermedad de caudillos buscado poder desmedido sin importar la guerra o la miseria que un pueblo pueda conllevar. No está mal pensar diferente, eso nos hace agentes políticos, eso nos construye como Estado. Lo que sí está mal es matarnos unos a otros mientras el bravucón gobierna por beneficio propio y de sus amigos y nunca para los dueños naturales de un país, su gente.
Fuente: Las 2Orillas

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